Cuando se consagran horas para segundos que llegan...se hace un silencio, profundo y largo, que derrite antojos en la nieve de la hoguera. Los momentos enardecen la sed, con el agua seca que reposa en los labios, en vagas noches y auroras en pena, y el nacimiento de versos humedecidos de taciturna alegría -encontrada la caricia dormida en pasión salina- en el remanso de la dicha eterna que nunca arriba.
En el robo de las noches dadas a las madrugadas, la cercana lejanía de suspiros se despierta. De silencio son las horas -y segundos sin palabras-, de furia que satura los caminos de las venas; de lágrimas que se arrancan de la fuente de razón y de lluvia de recuerdos... de un amor que naufragó.
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