Aun con blanco, en el verde de los pinos,
despiertan los susurros del viento
que aclaran los caminos,
y se apaga el lamento
de un ansioso lobo, en aislamiento;
no como aves sin nido, de aquel cuento
en los helados montes blanquecinos,
que olvidan el tormento
con rayos peregrinos
y sufren con los fríos nocturnino,
e incitan compasión,
sin avance en el tiempo,
por su gélida acción.
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