Un fantasma mora en la cripta de su pecho
entre telarañas bordeando sentimientos,
que exprimen su sangre con dolores hambrientos
dándole calor a su sarcófago maltrecho.
Sin culpa la vida de su cuerpo satisfecho
de amores que ahogan y que arden violentos,
ni que desplieguen rosas rojas por momentos
a las rosas negras que adornando están el lecho.
Converge el néctar que humedece sus entrañas
con el alarido que estrangula con sus manos,
y en el silencio los susurros tan cercanos
-como la lluvia que desgarra las montañas
en zigzagueante pasear de cascabel-
vagan por su rostro y le sacuden la piel.
Un fantasma mora en la cripta de su pecho
y se ha cubierto con las sábanas del lecho.
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