El acebo de mar
con todo su poder legendario
no logró a la pradera enamorar.
Las orquídeas -su esencia-
guardaban en las alas del silencio
el frenesí indiscreto, en ausencia.
Mas flores del abrojo
dan a la primavera soltura y
adornan los ejidos a su antojo.
Se marchitan las rosas,
aún con la frescura del rocío,
por brisas inciertas, farragosas.
No pudo el pensamiento
huir de la nostalgia de rosáceas,
siendo húmedo arcón de su sentimiento;
y roba a la oxiacanta
el néctar de esperanza que, insípido,
del cáliz de las rosas se decanta.
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