27 noviembre, 2015

CISNES EN LA ALMOHADA



El fuego del recuerdo  produce frío, y las manos son la soga
que estrangula el grito del amor que tiembla en los sollozos del pecho
y el gemido de la pasión que se eleva con la brisa de caricias.
¡El espejo roto vuelve a estar unido en el lago de la almohada!
Albufera modelada con cristales de los afluentes de sueños
y de deseos, de la nostalgia por esos momentos aferrados
a la memoria y a la piel,  como se aferra la hiedra a las paredes.
Lo  suave del plumaje de blancos cisnes invita a vivir de sueños, 
en los anhelos de profundos abrazos, cuando se duerme la noche 
en lo rubio de las horas  y se pierde  la luna en el infinito.

Pierde el brillo que en la penumbra se desliza sobre la almohada,
iluminando la linfa que alberga a las almas de aves aturdidas
que se creyeron en la casa del olvido, de un amor sin ventura,
sintiéndose faro silente al alba y desolado en noche de brillo.
Los cisnes entrelazan sus alas, al ritmo de una danza que acopla
los tropeles de sus corazones,  y se emancipa la resonancia 
de los latidos mientras naufragan sus cabezas en los golletes.
El cortejo es primavera, con llovizna en resplandeciente verano...
Y se entretejen los hilos de un sueño en aleteo a la existencia
para bordar cisnes en la almohada, aún descosidas las pestañas.

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