Mirando
la tarde se dibuja tu recuerdo,
los
rayos del sol simulan gotas de sonrisa
y
la brisa, labios libertadores de gozo,
de
sierva tristeza en las lagunas de mis ojos.
No
estás y el ensueño te aproxima a mi estancia,
sintiéndote
airoso e inquieto sin decir nada
en
la clara y tibia residencia de mis brazos,
con
esa mirada que despoja y que retiene.
Trepidan
las fibras dormidas entre la arena,
y
el cantor cautivo por singular sinfonía
eleva
su vuelo en la calina del desierto
a
surcan los cielos en búsqueda del sentido.
Hurto
tu recuerdo al mundo, discretamente
y
de tu presencia me impregno en su momento.
Calma
de mis ansias, ceniza de tus deseos.
Cercano
o distante, seduce siempre tu encanto
a
suaves poemas en mis papeles de viento;
papeles
de viento en un libro que nunca cierra,
escritos
con tinta indeleble de sensaciones
que
vierte tu amor en el tintero de mi alma.
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