31 mayo, 2015

OTRA PIEL...DE ZAPA



Puede ser, que al mirar a través de distintos
cristales se contemple el sombrío paisaje
que conspira constante en nuestra memoria 
y hacia los canales de la tristeza empuja,
con rumbo a una  laguna de harta melancolía.

Dejar que la hiedra abrace ventanales,
tratando de cegar los débiles matices,
es cincelar lo agrio en profuso horizonte,
ceder a sus raíces que agrietan los muros
que se  erigen creando fortalezas, al ritmo
de troncos con melenas de esmeraldas, ceñidas
como hilachas de luz que atropellan las sombras .

Un  paso atrás no está negado, cuando
sea determinante quitar la piel de zapa,
de las sensaciones que se labran sombrías
en las fibras ocultas, susceptibles e hirientes
que llevan a inventar inconsciencia y tormento.

Desnudarse -total- de la piel de zapa
que lastima  y evita encontrar el cristal
límpido que evidencia los hermosos matices
de un paisaje afligido por la tenaz ceguera
que extrae sinrazones y cava sinvivires.

Otra piel de zapa, mágica, que no encoge
cuando vacuos deseos se sienten  cumplidos
sino que se hace áspera,  se estira  ante el olor
de la melancolía y la desesperanza,
la que abraza y abrasa al ser alicaído.
Como piel de Balzac, absorbe la energía
vital de quien a ella -su magia- se somete. 


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