Alondras
descendidas como rocío de riego
emprenden
vuelo entre el perfume de rosas,
cruzan en el desmán
de los jadeos del viento
a saciarse de dulzura en panales sin formas.
Repletos de miel para bautizar su juramento.
Sin temores a sombras y tiniebla
se aproximan a trote de corceles,
sus plenos escoltados
por la niebla.
La alegría en alcázar de Cibeles.
Refugio de cuerpos frescos sin yermo,
confundidos entre velo de seda y vendas,
el calor del verano funde el frío del invierno,
el hambre se eclipsa cuando está satisfecha.
Lleno de fruto el vientre, la pasión desecha.
Alondras acogidas
en el nido
-el fruto natural levanta en vuelos-,
por años un
amor fortalecido
la muerte ha quebrantado sus anhelos.
En los jadeos
del viento,
escoltados por
la niebla,
funde el frío
del invierno
un amor
fortalecido
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